viernes, 28 de mayo de 2010

El protocolo real en la época borbónica


Con la llegada de los Borbones irrumpe una renovadora concepción del protocolo. Felipe V, junto con sus consejeros franceses, se encuentra una España endogámica, una corte encerrada en sí misma, inundada de enanos y bufones y un pueblo vestido de luto, por lo que decide cambiar el sistema de gobierno y, con él, también a las personas. La Corte francesa giraba en torno a un sistema de actos y continuidad de la vida política impulsada por el Soberano, donde la ceremonia y la precedencia eran ya muy importantes. La modernización del sistema de administración del Estado, a manos de Felipe V, trae a España el incipiente organigrama del Estado con la creación de los Secretarios de Estado.


Asimismo, la figura del Introductor de Embajadores, que entonces llegó a España y que hoy es el cargo más antiguo de la administración española, fue tomada por Felipe IV con el modelo del Maestro de Ceremonias de Enrique II de Francia.

La Bandera rojigualda elegida por Carlos III


Con Carlos III se produjeron nuevos cambios en el ámbito del ceremonial y el protocolo, creándose, por ejemplo, la Bandera y el Himno Nacionales. El Himno actual fue una Marcha de Pífanos convertida en Marcha de Honor por Carlos III y no reglamentada como Himno Nacional hasta mucho después. Fue Alfonso XIII el que convirtió esta marcha real, que se había conservado en palacio, en Himno Nacional por una disposición de 1908. Por otra parte, en 1785, en un momento en el que toda Europa mediterránea estaba en manos de los Borbones y se empleaba la bandera blanca con las armas del soberano de cada país en los buques de la Armada, Carlos III creó una bandera que diferenciara en la mar a sus buques y fuera fácilmente identificable. Escoge entonces los colores rojo y amarillo, que son los que mejor se distinguen en la distancia.


Esta bandera pasaría después de los buques de la Armada a los ejércitos de tierra, convirtiéndose finalmente en la Bandera Nacional. Esto no ocurrió sino hasta 1860, en la Guerra de África. Los diez mil soldados españoles que intervinieron en dicha guerra llevaban en sus mochilas la bandera roja y amarilla con que serían posteriormente enterrados. La bandera pasa entonces al pueblo, sin ningún decreto ni ningún otro reglamento, convirtiéndose en la Bandera Nacional (Alfonso XIII dispondrá en 1908 que la Bandera Nacional bicolor ondee en los edificios públicos los domingos y los días de fiesta, cuando hasta entonces sólo había ondeado en las fuerzas del ejército de tierra y del mar).

Joseph Bonaparte, en vestimenta de coronación como José I de España

Con José Bonaparte se innovó el protocolo español. En 1809, el rey intruso introdujo las llamadas “Etiquetas”, donde se establecía quiénes iban a ocupar cada una de las siete salas del Palacio Real, siendo reglamentadas posteriormente por la Orden Real de 1908 de Alfonso XIII.


Curiosamente, el Palacio Real de Oriente, situado en el occidente de Madrid, recibe este nombre por el “rey intruso”. Fue un homenaje de los afrancesados a José Bonaparte, que era el Gran Oriente de la Masonería Española, por lo que el Palacio Real era llamado el Palacio del Gran Oriente y así ha permanecido hasta hoy en la Plaza de Oriente.


José Bonaparte suprimió las órdenes existentes en la época de Carlos III y creó una serie de disposiciones de carácter protocolario: creó la Orden Real de España, copiando la Legión de Honor, cambió el Escudo del reino (que tenía el águila imperial) e introdujo por primera vez en él las armas de Navarra.

El palacio y la plaza de Oriente en época de José I


En el siglo XIX van a surgir las primeras disposiciones escritas sobre protocolo promulgadas en la Gaceta de Madrid. Así, durante el reinado de Isabel II, se escribe un organigrama del Estado en el que aparece reflejado por primera vez el poder civil. En una disposición de 1856, la soberana establece una alternancia del poder civil y militar, de modo que en los actos presididos por un representante del poder civil, el militar estará a su derecha y viceversa.


El reinado de Alfonso XIII, con el que se inaugura el siglo XX, representa uno de los momentos más importantes del protocolo español. Con la Orden del Rey de 1908 firmada por el Jefe Superior de Palacio y refrendada por el Presidente del Consejo de Ministros, se recogen las Etiquetas de José Bonaparte. En ella se establecen las siete grandes categorías de precedencias en el organigrama del Estado Español que van a ocupar las siete salas del Palacio Real. Sería la última ocasión en que estas categorías serían ordenadas según el Uso de Borgoña: un orden que no atiende a la posición de las personas sino a la de sus antepasados.

Ceremonia de boda entre Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg (1906)


La Orden del Rey dispone el “orden que para la entrada en el Salón del Trono y desfile ante Su Majestad debe regir en todas las recepciones reales”, dando primacía a los Grandes de España, frente a las autoridades políticas y militares. La “Orden” se inclina claramente por situar por delante en esa precedencia, para la entrada en el Salón del Trono, por las autoridades religiosas, los Títulos del Reino, los Caballeros de las Órdenes Militares, los de las Reales Maestranzas de Caballería y los Caballeros Hijodalgos de la Nobleza de Madrid.

Fue la Segunda República la que provocó una ruptura definitiva con el Antiguo Régimen y con las normas protocolarias existentes. Se cambió el Himno, la Bandera y el Escudo; se abolieron las Órdenes del Toisón de Oro, de Carlos III y de María Luisa; se derogaron los Títulos de Grandes de España. Esto no significa que la Segunda República fuera antiprotocolaria: creó la Orden Honorífica de la República, además de la nueva Bandera y Escudo. En el Salón del Trono se dio forma a una solemne ceremonia de Presentación de Credenciales de los Embajadores extranjeros ante el presidente de la República, que hoy día se ha perdido (Actualmente, el Rey recibe a los Embajadores en la Cámara en presencia del Ministro de Asuntos Exteriores o de su representante).

El rey recibe las cartas credenciales del Embajador de Colombia en España, Carlos Enrique Rodado, durante el acto celebrado en el Palacio Real (2008)


El General Franco no estableció ninguna disposición de protocolo hasta el final de su gobierno en 1968, cuando promulga un reglamento llamado de Precedencias y Ordenación de Autoridades y Corporaciones, en el que establece un organigrama de Estado con objeto de perpetuar la situación política, propiciando una mayor presencia del estamento militar sobre el de las autoridades políticas o civiles de la época. Este Reglamento establece ya una moderna clasificación de actos y autoridades públicas, pues delimita el ámbito de aplicación a los actos oficiales (excluyendo los actos privados, sociales, deportivos o religiosos) y a los cargos públicos. El reglamento debió ser modificado dos años más tarde, en 1970, para dar entrada en ese ordenamiento a la figura del Príncipe de España, que asumió el actual Rey, Don Juan Carlos de Borbón. En 1975, con la Transición Española, perdió vigencia dado que habían desaparecido gran parte de las autoridades de la época del General Franco y se han definido otros nuevos cargos no contemplados en él.

El caos protocolario de la época evidencia la necesidad de crear un nuevo ordenamiento, pues emerge una de las premisas que así lo estipulan: el pasaje del régimen autoritario de Franco a una nueva monarquía parlamentaria.

S.M. el Rey firma de la Constitución de 1978

Hoy día siguen vigentes en España 16 disposiciones legales que establecen normas de protocolo y que nacieron con la Constitución perfilándose en menos de diez años. El Ordenamiento General de 1983 es básicamente constitucional y así lo recoge su prólogo, donde se reconocen unos principios básicos referidos al establecimiento del nuevo Estado social y democrático de derecho, bajo la forma política de una Monarquía Parlamentaria. Reconocía así la nueva estructura de poderes, culminados por el Tribunal Constitucional, órgano máximo al que corresponde la interpretación última de la Constitución.

Se aporta aquí el reconocimiento y consideración del poder de las Comunidades Autónomas, llegándose a definir dos precedencias diferentes, para su aplicación bien en actos celebrados en Madrid, como capital de España y sede de las Instituciones Generales del Estado, bien en el resto de las Autonomías. Existe un Real Decreto de fecha 6 de noviembre de 1987, la disposición de protocolo más importante después de la Constitución, donde se establece el uso de los Tratamientos, Títulos y Honores Oficiales que tanto interés suscitan.


Cena de Estado en el Palacio de Oriente


A pesar de no existir en la actualidad Corte, por ser una monarquía parlamentaria, todavía siguen vigentes algunas ceremonias, escritas siguiendo los pasos del antiguo protocolo borgoñón. Continúa vigente la figura del Primer Introductor de Embajadores, el ceremonial protocolario de la Presentación de Cartas Credenciales, la entrada en el Salón del Trono en actos oficiales y la etiqueta en las cenas de Palacio con motivo de visitas de Estado.


En época de la monarquía Austríaca y Borbónica, los actos se organizaban para centenares de personas. Hoy, millones pueden ver acontecimientos como las bodas reales gracias a los medios de comunicación. Lo importante entonces y ahora es el mensaje que la Casa Real quiere transmitir a partir de la institución que lo organiza.

S.S.M.M. Los Reyes





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